José Antonio Cabrera. ASSOPRESS/
Hay en nuestra ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, como en otras, un ejército silencioso de ángeles de todos los orígenes y colores que atienden generosa y solícitamente a nuestros ancianos y adultos con minusvalías.
¡Son las y los auxiliares de ayuda a domicilio!
Profesionales, en su mayoría mujeres, esforzados y dignos, que, con mística, cariño y ternura, bañan, asean, limpian las casas y cocinan para aquellos que ya lo han dado todo en la vida y que, ya, no pueden valerse por sí solos en muchas cosas.
Es de justicia, equidad y gratitud, que estos servidores siempre sean respetados, tratados con afectiva consideración humana y reconocidos, tanto por las personas que atienden y sus familiares como por sus empleadores.
Supone, entre otras cosas, que sean remunerados dignamente, que se les escuche y comprenda con empatía, compasión y ecuanimidad ante cualquier dificultad que se les presente y que se les reconozca el esfuerzo.
Resulta importante que, como a cualquier otro trabajador, se les aplique como derecho adquirido y parte integrante de su horario laboral los tiempos de traslado entre servicio y servicio, y, que se les permita disponer del tiempo reglamentario para desayunar o comer.
Está demostrado científicamente que, pequeñas cosas como esas, energizan, dinamizan, gratifican, hacen sentir bien, por lo que potencian la fuerza física y mental, el compromiso, la motivación y la pasión de la gente en función de hacer un buen trabajo con alto desempeño, lo que, al final, recompensa tanto al personal como a la empresa contratante.
El cerebro empresarial necesita nutrirse con energía suficiente y de buena calidad para competir. Y, la gasolina del motor es la energía de su gente. En caso contrario, la empresa se agota, se debilita, se aplana, desfallece. No funciona como debería.
La empresa inteligente, con el objeto de impulsar la energía de todas y cada una de las personas y lograr las metas, considera vital el respeto por todos y cada uno de sus integrantes sobre la base de los valores fundamentales universales, relacionados con la existencia digna de cualquier ser humano, entre los que se encuentra el buen trato, la respetuosa y empática comunicación.
Todo lo que hagamos por nuestros ancianos y minusválidos y por el colectivo que los atienden es poco. Resulta una excelente inversión pública y privada.
¡Nunca deberemos tanto a tantos!
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